Borradores, ser fría y acabar de nacer
7:20 de la mañana, hora canaria. Jueves 2 de marzo. 2023. Acabo de hacer la audio meditación del segundo día del reto de Florecer desde Dentro y a las 8:00 doy una clase en directo.
Miro al pasado, y aunque recuerdo todo, o casi todo, siento que todo lo que viví antes de ahora no soy yo. Yo nací hace ahora unas tres horas. Miro al futuro, y tengo la sensación de que ya viví todo lo que va a suceder, pero no recuerdo. Me limito a dejarme sorprender por un eterno déjà vu.
Nazco y muero cada día.
Cada segundo que pasa estoy más segura: esto es un juego.
Desde una semana antes de cumplir los 27 siento que entré en una nueva dimensión de mí misma en la que me es prácticamente imposible mantener una conversación que no me interesa. Y más imposible aún me resulta sostener la conversación si no escucho verdad en ella. Me da igual si coincide con mi verdad o no. Es simplemente que mi boca ya no pronuncia palabras que le resulten falsas o victimistas.
Me he descubierto siendo más fría y cortante que en los últimos 3 años. Y mira que ese lado mío o “rejo” como lo llamaría mi amiga Didi, ya me lo tenía visto yo, sí. Pero es como si se hubiera vuelto una aplastante e inignorable realidad. ¿De dónde nace esto? Me pregunto, cada vez que me sorprendo pronunciando algo que antes hubiera escondido por cortesía.
Me viene a la memoria una entrevista que vi de Alejandro Jodorowsky en la que hablaba de una manera que me parecía encriptada, poco común y casi desagradable. Recuerdo con exactitud sus palabras “le estoy hablando al iluminado no al dormido”. Según entendí, todos estamos iluminados, y a la vez dormidos, y él hablaba a la parte iluminada de cada uno de nosotros.
De repente la veo, es la iluminada.
Durante años la callé, la guardé, la encorseté con una armadura medieval. La maquillé y la vestí con ropa del siglo XXI. La llené de humo y alcohol en Sevilla y le colgué una cartera de segunda mano que compré en la calle Casapalma cuando vivía en Málaga. La paseé por todo París con una boina y limpió váteres en una residencia perdida cerca de Cleveland.
Y la callé. Solo la dejaba hablar en reuniones pequeñas. Si hablaba más de la cuenta me arrepentía. Trataba de enmascarar sus palabras con metáforas y simbolismos. La llamé soñadora, imaginativa, y la tomé por loca.
Pero ahora, no sé qué ha pasado, un día desperté y la armadura era polvo. Solo quedaba la cartera y un par de llaves.
Desde entonces me mira cuando hablo y me exige sinceridad.
Siempre la escuché pensar, pero mi dormida dirigía el juego. Jugabamos a ser espectadoras de esta existencia. No sé qué ha pasado. Ahora no solo la escucho pensar, ahora es ella quien manda. La dormida está sentada en su regazo, viendo jugar a la iluminada, mientras esta le acaricia como si fuera un gato.
No me extraña, la dormida fue hecha para espectar no para dirigir, y la iluminada, bueno… Esta tiene tantas ganas de jugar que me ha quitado el mando.
Ahora entiendo la entrevista a Alejandro. Lo que me resultaba frío no es más que sinceridad, y su lenguaje encriptado, ahora me resulta tan claro como el día que ha amanecido.
Tengo miedo.
Bueno no tengo miedo, pero siento tristeza al pensar que de alguna forma, esta nueva yo, podría no ser bien recibida. Los seres que amo podrían no entender esta persona que soy ahora mismo. Mi prima lleva intentando llamarme unos días. Llevo sin llamar a mi madre desde enero. Solo mensajes cortos. Audios sin escuchar.
Acompañando a esta tristeza anticipada disfrazada de miedo también siento algo que no sé explicar. Pero lo voy a hacer.
No quiero contaminarme de pasado. Siento que la yo que soy ahora aún está sin formar. Y no quiero que la yo que solía ser con estas personas, entre a confundir la nueva identidad. Aunque ni siquiera siento que pueda hablar desde la antigua. Pero tampoco está lista la nueva.
En un embarazo no se puede interactuar con el bebé hasta que no está formado. Creo que esto también sucede fuera del útero. Esto sí que me suena, esto no es nuevo. Cuando viví en Estados Unidos recuerdo tener la sensación de ser agua sin copa, sin vaso, sin botella. Aún puedo sentir la búsqueda de la forma propia. No hablé apenas con mi familia. Lo justo para hacernos saber que estábamos bien. No quería recordar la forma que había tomado con ellos. Quería encontrar la mía antes de volver. No quería dejar pasar esta oportunidad de ser yo, más yo de lo que sabía ser.
[…]
Releo esto, es 21 de marzo de 2024, tengo 28 años, y son las 21:28. Jeje, qué divertido.
Me lo encontré en los borradores de substack.
Voy a incluirlo en mi libro. Sí, no lo sabía pero esto forma parte de mi segundo libro. Empezó siendo un libro de relaciones, hace muchos años que empecé a escribirlo. Y luego se transformó en un libro que titulé “cómo dejé de ser Rose Winter”. Ahora, a punto de ser mandado a imprenta, aún no sé cómo se llama. Lo que si sé es que me fascina releerlo porque es un fiel reflejo de la transformación que he cruzado rebotando entre personas del mundo y echando raíces en una hermosa Isla de la que me marché para volver al origen. ¿Cómo dejé de ser yo para ser más yo que nunca? Por todas las personas con las que me rodeé.
Seguimos existiendo, seguimos creando. Si quieres el libro en preventa escibe un mail a florecerdesdedentro@gmail.com con tu nombre apellidos, número de teléfono y dirección. Te mando info.
Un abrazo,
Rosa.
Te mando una lista de música bonita que me relaja.
PD: ¿viste qué chula la foto de hoy? fue la primera que hice para substack, quise resubirla, la amo. Será porque me amo en pasado y a futuro. ¿Y tú? ¿Puedes desde aquí mirar atrás y percibir la hermosura y chulería que has sido? Dale. Sé que si me contaras tu Vida, yo diría “GOAOO pues yo estoy ORGULLOSÍSIMA DE TI”